jueves, 10 de junio de 2010

[ * S E M I N A R I O S 2º CUATRIMESTRE * ]

SEMINARIO III

El lunes 18 de enero, a las 18.30 horas, tuvo lugar el tercer seminario de la asignatura de Intervención. Este seminario fue llevado a cabo por María del Mar Reina Cabanillas, trabajadora social del Ayuntamiento de Camas, y la temática tratada fue la intervención familiar desde los Servicios Sociales Comunitarios. En primer lugar, se comenzaba la exposición haciendo referencia a las cuatro prestaciones generales de dichos Servicios Sociales, los cuales ya conocíamos porque ya las habíamos tratado en numerosas asignaturas anteriormente. Dichas prestaciones son las que me dispongo a enumerar:
- SIVO (Servicio de Información, Valoración y Orientación): que comprende, por un lado, toda aquella información que desde los Servicios Sociales se presta a todos los ciudadanos sobre aquellos recursos sociales que existen y a los cuáles tienen la posibilidad y el derecho de acceder. Por otro lado, este servicio también se ocupa de detectar y analizar los problemas sociales y, en su caso, de realizar la posterior derivación a otro organismo de los Servicios Sociales Especializados.
- SAD (Servicio de Ayuda a Domicilio): desde este servicio se dan prestaciones de carácter doméstico, social y de apoyo personal a individuos y/o familias que faciliten el desarrollo de su autonomía personal en su medio habitual.

- COSO (Servicio de Cooperación Social): éste se encarga de la promover y potenciar la vida en comunidad a través del fomento del asociacionismo.
- CORE (Servicio de Convivencia y Reinserción): que tendrá como función la búsqueda de alternativas al internamiento en instituciones de las personas que se encuentran en especiales condiciones.

Precisamente desde este último servicio es desde donde se realiza la intervención familiar, desde el CORE. Dicha intervención se lleva a cabo a través de programas de Atención a Familia e Infancia en el cual tienen cabida los siguientes profesionales: Trabajadores Sociales, Psicólogos y Educadores Sociales. Este equipo de profesionales se denominaba PAFI, unas siglas que nunca había escuchado. En él se garantiza la cobertura de todas las prestaciones básicas del sistema público de servicios sociales, en función de las necesidades de la población. Este tipo de programas multidisciplinares me llamaba especialmente la atención y, la verdad, que no me importaría trabajar alguna vez en uno de ellos. Trabajar con la familia es un ámbito al que me gustaría dedicarme en un futuro profesional y con más razón si en él se incluye la atención a los menores. Durante este seminario surgió una pregunta bastante interesante que a mí nunca se me había ocurrido pero la verdad es que me producía bastante curiosidad: ¿ cómo se subvencionan los Servicios Sociales?. A
lgo más que tuvimos la oportunidad de aprender, existen dos maneras de subvención: la parte presupuestaria oficial del Estado que se dirige únicamente a los Servicios Sociales (o al menos eso entendí) y, de otro lado, distintas ayudas concretas de carácter público que estos servicios reciben a alguna de sus prestaciones.

A partir de este momento el seminario cambiaría, pasaría de ser una exposición meramente magistral o teórica sobre los Servicios Sociales a convertirse en un continuo relato de experiencias, consejos y recomendaciones para plasmar de la forma más cercana posible la realidad de un profesional del Trabajo Social que se dedica a la atención a la infancia y familias. Empezaban a crearse en mí expectativas que me invitaban a poner más atención todavía. Además de esto, la proximidad de María del Mar despertaba aun más mi interés, hacía tiempo que echaba de menos a una profesional de estas características; una persona llana, sencilla y natural que nos hablase de "tú a tú". Por ambas razones tenía la sensación de que pasaba el tiempo más rápido de lo esperado (dada la hora que era y el largo día que había pasado en la Universidad) y eso es algo que, dadas las situaciones de cansancio como estas, sinceramente se agradece. De esta manera, María del Mar apartaba la teoría y las formalidades para pasar a la naturalidad y a utilizar un léxico que yo conocía. Y es que así se entienden mucho mejor las cosas, sobre todo si es algo a cerca de la práctica profesional que realiza. El trato tan directo y cercano consiguió transmitirnos sensaciones positivas
hacia la intervención con este colectivo, al menos a mí, puesto que siempre lo he considerado un trabajo delicado. Por eso, en este sentido, fueron provechosas algunas de sus recomendaciones como:

  • Es necesario identificar lo positivo de las problemáticas para potenciarlo.
  • No podemos olvidar la figura del padre, en el tratamiento deben de tener palabra todas las personas.
  • Favorecer por encima de todos los medios la convivencia del menor dentro del seno familiar, la retirada será la última opción que debemos tomar como profesionales.

En cuanto a esto último me gustaría destacar el hecho de que, desde la experiencia de María del Mar durante cinco años de trabajo, sólo ha presenciado un caso de una familia que sufre la retirada del menor. Esto es algo que me hace "respirar" porque, como ya he dicho, es un colectivo que desde siempre me ha llamado mucho la atención pero que, por otro lado, dentro de sus dificultades a la hora de la intervención la que más me preocupaba era precisamente la de la retirada. Nunca me he imaginado capaz de hacer algo así, para el profesional tiene que ser algo bastante complicado y para la familia horrible...Además, en estos casos siempre se considera a la figura del trabajador social como el "malo" de la película y el culpable de ese distanciamiento del menor de su familia y la mayoría de las veces no existe una concienciación sobre el grado de exposición a situaciones de riesgo que sufren los pequeños. De hecho es que, si no fuese así no se procedería a la retirada o, al menos así debe se ser y espero que así sea desde todos los equipos de tratamiento familiar.
A la hora de reflexionar sobre esta cuestión no he podido evitar recordar una gran película que me marcó desde que la ví: Lilo&Stich. En ella se ofrece una visión del trabajador social un poco "violenta" o más bien amenazante. Por otro lado esta creación de Disney presenta valores tan importantes, tal y como el propio trailer dice, como la lealtad, amistad y familia. Recomiendo a todos los lectores que no la conozcan y tengan oportunidad, que la vean.
A mí me encantó =).



[ * ¿Y qué pasa con lo de OHANA? Ohana significa FAMILIA y significa que estaremos juntos siempre y que nadie es abandonado...* ]

SEMINARIO V


Era miércoles 5 de Mayo y ese era el título del seminario que nos tocaba. Todos bastantes expectantes a lo que nos depararía esta visita, siempre ha sido un tema un poco “tabú” para los de la conjunta. Y digo eso porque en poquísimas ocasiones hemos trabajado este colectivo (me refiero formalmente) alguna que otra vez lo hemos elegido para diseñar proyectos de intervención, la mayoría de las veces han coincidido ser destinados a mujeres reclusas pero ninguna asignatura se ha encargado de incluir el trabajo que, como futuros educadores y trabajadores sociales, podremos realizar desde los centros penitenciarios. Primera sorpresa… ¡la ponente del seminario era una chica alumna de 4º de la Conjunta! Qué “alivio”… (fue lo primero que pensé), si esta compañera nuestra ha llegado hasta ahí, ¿por qué en un futuro no tan lejano no íbamos a poder ser nosotros los protagonistas de una exposición a otras promociones de Educación y/o Trabajo Social? Me motivaba pensar así porque esto significaba que los esfuerzos a largo plazo tienen su recompensa y este era un claro ejemplo de ello. A pesar de las dificultades, Silvia Siria (este era el nombre de la compañera en prácticas) consiguió hacerse un hueco en el centro penitenciario de Alahurín para finalmente lograr la información que quería. Concretamente, la primera toma de contacto que realizó fue una cita con el coordinador de los trabajadores sociales del centro. Según nos contaba, alcanzar ese encuentro no fue nada fácil puesto que ella no conocía personalmente a este señor y, el día concertado para la cita, sólo disponía de su número de teléfono móvil para avisar de su llegada al centro. Pero claro, ella no esperaba encontrarse con que allí no había cobertura para llamarle…cuando nos lo contaba parecía que me la estaba imaginando allí en los alrededores de esa cárcel y asustada. En este momento empecé a admirar toda la voluntad y el empeño que esta compañera había puesto y pensé: consiguiese lo que consiguiese al menos la chica lo ha intentado, y eso no es algo que sea capaz de hacer cualquiera. Pero, afortunadamente, en una ocasión posterior logró encontrarse con esta persona. Ahora sí que el esfuerzo había servido para algo, y qué reconfortante habrá tenido que ser para esta compañera darse cuenta de ello…, estas son las consecuencias buenas que tiene perseguir con fuerza los objetivos que nos planteamos. Ya estaba dentro, se encontraba inmersa en la realidad de esa cárcel y ahora quería conocer cómo se organizaban allí. Después de tener lugar el encuentro con el coordinador de los trabajadores sociales (el cual le habló, sobre todo, de la organización de los profesionales y se centró en los trabajadores sociales sin informarle sobre el papel de los educadores sociales allí) consiguió entrevistar por teléfono a un educador social. A través de estas dos citas logró obtener los siguientes datos cuantitativos: - Existe un número total de 2082 internos de los cuáles 121 son mujeres. Éstos se encuentran divididos en distintos módulos según cual sea su situación penal penitenciaria. Dichos módulos son los siguientes: detenido, delito, preso, pena, penado, primario, clasificado, preventivo, reincidentes o menores. El criterio de selección para cada módulo de internos lo realiza el educador social para que, posteriormente, el trabajador social se entreviste con el interno para rellenar la ficha. - Hay 10 trabajadores sociales más un coordinador. Dichos profesionales se encargan de un módulo y cada uno tiene a su cargo alrededor de 100-140 personas. - El número total de educadores sociales es 16. Además, nos contaba que, se produce una desigualdad en cuanto al acceso de estos profesionales. El requisito de entrada para los trabajadores sociales son las oposiciones como tal y para el educador basta con las oposiciones a funcionario (a lo cual yo me planteo… ¿cómo pueden permitirse este tipo de cosas?). Es indignante que cualquier persona formada y capacitada (indudablemente) para desempeñar sus funciones en otras profesiones pueda encargarse de intervenir con estos internos sin más miramientos. Por supuesto, y me gustaría que quede claro, no pongo en duda ni la eficacia ni la eficiencia del puesto de trabajo que desempeñan ni cuestiono su responsabilidad y compromiso con el colectivo de los centros penitenciaros. Pero sí que me parece que eso se ha convertido en una forma de ocupar puestos de trabajos que pertenecen a otras personas que, de lo contrario, se han formado específicamente para ello. Quizá me equivoque con estas palabras, pero no puedo evitar pensar que un educador social desempeñará las distintas funciones oportunas de una manera mucho más profesional y pertinente que cualquier arquitecto, administrativo o licenciado en derecho (como precisamente, nos contaba Silvia, se hace en la cárcel de Alahurin de la Torre) básicamente porque su trayectoria académica ha incluido los conocimientos necesarios para que así sea. En fin…parece ser que es esta realidad la que nos espera en un futuro ahí, a fuera, en el mercado laboral. Mejor no pensarlo todavía y simplemente estar preparados para luchar porque se reconozca nuestro sitio. En cuanto al recorrido que realiza el interno, por orden, dentro de un centro penitenciario nos contaba que, en primer lugar los médicos realizan un examen exhaustivo a los internos en su entrada, a continuación se procede a la valoración del psicólogo, luego el educador social valora la situación y decide el módulo en cual se internará para finalmente ser el trabajador social el que rellene su ficha (la cual incluye sus datos personales; las prestaciones sociales; el consumo de algún tipo de tóxico; el nivel de formación; si se trata de una excarcelación, de un reingreso, de cuál es su procedencia, etc.). Existe una alternativa al internamiento para los internos drogodependientes: las comunidades terapéuticas. Entre las competencias que puede realizar un trabajador social encontramos: las entrevistas a los internos, la tramitación de distintas gestiones (DNI, tarjeta seguridad social, etc.), la orientación sobre los distintos recursos existentes, los trabajos burocráticos, facilitación, información, atención a internos y contacto con la familia, miembro del equipo técnico y de la junta de tratamiento. Por su parte, el educador social se encarga de observar y del contacto directo con los internos y, además, el encargado de la clasificación (en los distintos módulos como ya he dicho), la dinamización y la orientación de los mismos.

Ambos profesionales se encuentran, a la hora de intervenir, con distintos problemas o limitaciones. En los dos casos coincide que el ratio de internos al que están a cargo es demasiado grande y existe una carencia de medios y espacio físico. En cuanto a la intervención del educador social, además, añadimos: la falta de motivación de los internos, la inestabilidad de los grupos, el bajo nivel y educativo de los internos, la inestabilidad de los grupos, que se produce una reeducación y una reinserción ficticios, el añadido de tener que realizar distintas tareas administrativas, que no se encargan de trabajar ni con la familia ni con el entorno (con la primera solo tiene contacto el trabajador social y meramente se encarga de darles información sobre la evolución del familiar interno), la reincidencia de muchos internos, las grandes condenas y, por último, la desvalorización de la profesión.
E inmediatamente pienso: "¡Anda ya! Eso tiene que ser imposible. Si siempre nos respetan y nos reconocen nuestro sitio y nuestra labor como profesionales, ¿no? No puede ser así, seguro que hay un error..." Y, sí, ya opto por utilizar la ironía porque no puedo evitar indignarme cuando una vez más escuchamos lo mismo, lo mismo de siempre: el trabajo del educador social lo hace "cualquiera".
Nuestra compañera nos comentaba, además, una serie de aspectos interesantes entre los que destacaban los siguientes:
- El peculio: que es una cuenta corriente dentro de prisión para los internos.
- TBCs: Terapia Breve Centrada en soluciones.
- Los distintos grados, que me llamaban muchísimo la atención: en primer lugar los terroristas desadaptados, en segundo lugar los que cumplen la pena y, por último, los que se encuentran en libertad condicional.
- Los CIS: que son los Centros de Inserción Social que se encuentran fuera de prisión.
- Las Comunidades Terapéuticas (a las que hice referencia anteriormente) que están dirigidas a los reclusos que pertenecen al tercer grado.

Para finalizar, Silvia nos hacía partícipes de algunas de las conclusiones a las que había llegado y que coinciden en gran parte con las opiniones que he ido manifestando durante la redacción de esta entrada: a pesar de que existe un reconocimiento de la profesión no se encuentra definido totalmente nuestro rol profesional y, además, es necesario que las personas que trabajen en este tipo de centros haya recibido una formación específica.
Por lo tanto, para luchar por ello y para luchar por que se reconozca nuestro trabajo y la formación que recibimos durante estos cuatro años es preciso no acomodarse. Hay que enfrentarse a todas estas dificultades aprovechando cualquier salida para hacernos notar. Así que, en relación a esto, me gustaría terminar con una frase muy sabia a mi parecer (la cual suponía el fin de esta ponencia sobre los centros penitenciarios) que nos transmitía nuestra compañera Silvia a la que desde aquí me gustaría agradecerle el tiempo que nos dedicó.

" Hay que buscar los rincones para encajar y no abandonar"


1 comentario:

  1. Me alegro de que los seminarios os hayan resultado útiles. Veo que has faltado a dos, aunque no era obligatoria la asistencia.

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